Por segunda vez el alcalde de Almería del Partido Popular se ha visto obligado a retirar de la mesa el borrador de su Ordenanza Cívica, un documento que rezuma el rancio olor a la derecha por los cuatro costados y aquí nos encontramos, nuevamente los partidos políticos con representación en el Ayuntamiento, luchando a brazo partido por mejorar lo que se pueda algunos de sus aspectos más controvertidos, los que más los retratan.
No hay más ciego que el que no quiere ver, aunque, en realidad, en este caso, por más que quisieran mirar, nunca lo verían. No está en las entretelas del Partido Popular comprender que las personas pueden modificar su conducta mediante la sensibilización, sino, más bien al contrario, consideran que sólo la sanción puede redimirlas. Deben pensar que con la Ordenanza Cívica van a capturar los bandidos que campan a sus anchas por las calles de Almería, olvidando que quienes realizan grafitis son nuestros hijos, que quienes tiran el papel del caramelo al suelo son nuestros abuelos, que quienes dejan la caca del perro en la calle somos nosotros mismos, ciudadanos normales y corrientes a los que, por su bien hay que educar, y no peligrosos delincuentes a quienes, como poco, sancionar.
Echamos en falta en esta ordenanza cívica todo lo que de cívica podría tener, por ejemplo, medidas ejemplarizantes de educación para quienes infringen las normas, talleres sobre limpieza y reciclado para los que no saben cómo y cuándo sacar la basura, y un cepillo bien grande para los que se empeñan en ensuciar las paredes y los suelos de esta casa común que se llama Almería.
Nos hubiera gustado también encontrar algún atisbo de humanidad hacia esas personas que, a falta de otro recurso, han de vender su cuerpo como mercancía con la que negocian proxenetas y clientes. No es posible que se sancione a la víctima lo mismo que a los verdugos, y que se la deje sin capacidad de respuesta, sin apoyo para salir de la espiral de marginación en la que se encuentra y arrinconada en los lugares más apartados y oscuros de la ciudad, como pretende el Partido Popular con esta ordenanza. La estrategia del avestruz nunca ha servido a nadie, más bien al contrario, ha contribuido a dejar las vergüenzas bien expuestas, como estamos contemplando ahora.
Por el bien de nuestra sociedad espero que finalmente el Ayuntamiento opte por un modelo educativo y no policial a la hora de aprobar esta ordenanza cívica, pues, de lo contrario, no sólo habremos dejado a un puñado de gente en la cuneta, sino que perderemos una extraordinaria oportunidad de educar con el ejemplo a toda la ciudadanía. Pero son maneras de entender el mundo y no las vamos a cambiar de un plumazo ahora, por más que alguien quisiera encontrar un atisbo de cordura en esta estrategia de parada y marcha atrás que ha escenificado el alcalde.
Esta esperpéntica situación me recuerda a lo ocurrido con la N-340, que lejos de contribuir a cohesionar barrios y proporcionar un espacio de encuentro para la convivencia, se ha convertido en una barrera para segregar aún más determinadas zonas de Almería, con sus correspondientes habitantes. Qué distinto proyecto al que desarrollaron alcaldes socialistas para la remodelación de la Rambla, una franja que delimitaba el centro del resto de la ciudad y que, sin embargo, enseguida fue conquistada por los vecinos de ambos lados del cauce como punto de encuentro para el esparcimiento y el ocio.
Por eso no es lo mismo la derecha que la izquierda. Todos los que gobernamos llevamos a cabo muchas actuaciones, pero la diferencia está en el objetivo con que se proyectan y eso sólo está en la mente de cada uno. ¿Ordenanza cívica o policial? ¿Izquierda o derecha?
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